domingo, 22 de agosto de 2010

UN PAN DE 3000 AÑOS, LA PIZZA

Los primeros indicios de un alimento similar a la pizza se pudieron dar en la época prehistórica, en la que se calentaba una masa de harina sobre piedras calientes. Pero donde verdaderamente encontramos las primeras revelaciones de la pizza es en las antiguas civilizaciones de Egipto, Grecia y Roma.
Se puede decir, que todas las civilizaciones han conocido diferentes formas de hogazas, aplastadas y parecidas, que tenían en la mezcla constituida de harina de varios cereales, agua y los más diversos condimentos, siendo éstos, una fuente de nutrición primordial en la subsistencia humana.
Desde Egipto a la Grecia clásica, a la antigua Roma y a Pompeya tenían entre sus alimentos estas preparaciones, es por lo tanto una manera de reproducir comidas que recuerdan por composición y cocción a la pizza. Los egipcios tenían la tradición de celebrar el cumpleaños del Faraón con una especie de delgada empanada engalanada con diferentes hierbas. El historiador griego Herodoto habla en recetas babilónicas sobre unas elaboraciones parecidas a lo que hoy conocemos como la pizza, que puede ser un derivado del Latín picea, palabra que se empleaba por los romanos para describir el ennegrecimiento del pan en el horno. Archiloco, el poeta soldado, en uno de sus versos nos narra que tiene su hogaza amasada en la lanza, alimento primordial de los soldados.
En la Grecia clásica, de nuevo aparecen multitud de reseñas que vuelven a conducirnos a la pizza, o por lo menos a una versión arquetipo de ésta, masas y hogazas de varios géneros se presentan como alimento difundido y popular en toda la antigüedad clásica.
Profusos son los testimonios de escritores griegos en lo que se refieren a los diversos tipos de pizza, a la que en griego antiguo se la denominaba maza, evidencias que regularmente encontramos en el mundo latino y en la Roma antigua, en la que entre otras versiones fermentadas y no fermentadas, hallamos la placenta y la hoffa preparadas con agua y cebada, cereal básico de la alimentación de los pueblos meridionales.
Para los que no quieran elucubraciones ni fantasías sobre su origen, la pizza se presenta como una comida típica de las culturas que históricamente se han asomado sobre la cuenca del Mediterráneo. Y en una de las reinas del mar Mediterráneo, Nápoles, ésta encontrará su patria y el punto de salida de una propagación que se puede definir universal.
Cuantiosos son los indicios de esta comida, que en el curso de los siglos se acerca siempre más a la forma actual, también en la época medieval y en el renacimiento, titubeando entre el gusto aristocrático y el consumo popular, entre los banquetes reales y la mesa de los vasallos, el término pizza ya está legitimado en el medievo y en los siglos sucesivos se revelan diferentes formas locales de este término, que indican variaciones culinarias, desde el dulce al salado, y distintos métodos de cocción.
Los longobardos, aposentados en el sur de Italia después de la caída del Imperio Romano, habían traído las búfalas que, una vez encontrado su ambiente ideal entre el Lazio y la Campania, proporcionarán la leche para la creación de la mozzarella.
Y con el descubrimiento de América, llegará a Europa un elemento principal de la pizza sin el cual ésta no podría existir, el tomate.
Inmediatamente después de las primeras desconfianzas, el tomate se integró triunfalmente en la comida italiana, y en la manducatoria napolitana en particular. La pizza se beneficiará de esto, aproximándose más a la forma que hoy conocemos.
Durante los siglos XVII y XVIII se consolida como uno de los platos de la comida napolitana preferidos del pueblo, volviendo a ser integrado entre los más importantes de la tradición culinaria de esta ciudad, y se comienzan a definir las características de la pizza y de los lugares destinados a su elaboración, las pizzerías.
En el XVII la pizza se produce en hornos a leña para ser vendida en las calles y callejuelas de la ciudad. Tal fue el éxito que en la época era típico ver a jóvenes vendedores con unos pequeños fogones de estaño en sus cabezas ofreciendo sus productos, entregando directamente a los compradores las pizzas, ya confeccionadas con diferentes ingredientes y condimentos, y hacían notar su llegada con originales llamadas. Este incómodo método de venta hizo todavía más popular el nuevo plato.
Entre estos dos siglos, tiene un gran éxito la costumbre de degustar la pizza en estos hornos, además de en las calles o en casa. Como testimonio del creciente arraigo que tenía esta comida, que ya estaba entre los platos favoritos de la alimentación del pueblo napolitano, nace la pizza con la forma actual y se definen también las características físicas y ambientales de la pizzería.
El horno a leña, la mesa de mármol donde se confecciona la pizza, las estanterías donde se sitúan los ingredientes que serán componentes esenciales de las diferentes variedades de pizza, las mesas donde los clientes la comen, la exposición externa de pizzas para los viandantes, todos los elementos que aún encontramos en las pizzerías napolitanas.
Nacen las primeras dinastías de pizzaioli napolitanos: en el 1780 se funda la pizzería Pietro.e basta così, cuya tradición después de dos siglos todavía continua gracias a la antigua Pizzería Brandi.
El gusto por la pizza llega hasta la aristocracia y se dice que el Rey Fernando II de Borbón gustaba de hacerse servir las pizzas de Ntuono Testa alla Salita S.Teresa, pero también el mayoritario favor popular, afirma a ésta como plato diario, comida y cena del pueblo napolitano.
Durante el siglo XIX todos los pizzeros, ambulantes o no, siguen suministrando a los napolitanos las más heterogéneas calidades de pizza, para todos los bolsillos, y la pizza entra definitivamente en el folklore del pueblo napolitano volviéndose su icono.
Testigos y comentaristas de las tradiciones del pueblo napolitano, pero también escritores y compositores, desde Matilde Serao hasta Salvatore Di Giacomo, no dejan de registrar y celebrar la presencia de este alimento en la vida del pueblo.
Después del rey Borbón, también los nuevos reyes de Italia, los Saboya, eran partícipes de saborear la pizza napolitana, y no exclusivamente, porque dejaron huella de ellos mismos en la historia de la pizza.
En la antigua pizzería Brandi, se conserva hoy todavía, un documento firmado por el devotissimo Galli Camillo, capo dei servizi di tavola della real casa, en Junio de 1889, en el cual se agradece S.G. Raffaele Esposito , de la pizzería Pietro e basta cosí, por las calidades de pizza, entre las cuales la afamadísima tomate y mozzarella, confeccionadas para Su Majestad la Reina, y que, como subraya el texto, fueron gratísimas.
La pizza con tomate, mozzarella y albahaca fue por tanto bautizada Pizza Margarita por el pizzaioli Raffaele Esposito, nombre con el cual hoy todavía esta pizza está universalmente conocida.
En el siglo XIX y con la emigración de los italianos, se importaría este producto a América. Sería Gennaro Lombardi  el primer italiano quien en 1905 abrió una pizzería en los Estados Unidos, concretamente en Nueva York. Pero fue en 1930, cuando Gennaro añadiría a su local mesas y sillas e iniciaría igualmente a servir spaguetti. Y así durante el siguiente cuarto de siglo se abrirían pizzerías por todo el país, principalmente en Boston, convirtiéndose algunas de ellas en las más típicas y conocidas.
En el siglo XXI raro es el pueblo que no disponga de una pizzería, volvemos a la globalización, pero para ello han tenido que transcurrir más de 3000 años. Ahora uno se va al supermercado y se puede comprar la pasta congelada para preparársela a su gusto, o simplemente se la compra ya hecha y lista para el microondas.
De todas formas donde esté un bocata de pata negra...

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